Monday, April 20, 2009

Manuel Murillo Toro: ¡Educación y libertad!



Por: María del Carmen Moreno Vélez
Ponencia presentada en el Panel sobre
“Vida y Obra de Manuel Murillo Toro”
Universidad de Ibagué, Octubre 19 del 2006

“El Tuso y yo somos casi la misma cosa para el partido,
aunque tengamos sistemas opuestos para resolver las cuestiones.
Él es pronto y guapo, y yo soy flojo por excelencia,
convencido, hasta la médula de los huesos, de la impotencia
de la fuerza para fundar nada que sea del dominio de la ciencia”.[1]
Manuel Murillo Toro
(Citado por Nieto, 1916: 9)

Resumen:
El trabajo recoge los resultados de una búsqueda bibliográfica acerca de la vida de Manuel Murillo Toro, (Chaparral - Tolima: 1816 – Bogotá: 1880) y de sus aportes a la construcción de las libertades a través de la educación. Se establecen algunas relaciones con la libertad de prensa y con la construcción política de la República de Colombia, a través de escritos elaborados por Murillo Toro entre 1839 y 1878, recogidos por distintos tratadistas de la figura del Hombre de las Libertades Políticas. Para realizar este trabajo, acudimos a historiadores que escribieron en el Siglo XX, especializados en el estudio de la historia política de Colombia y a algunos de los materiales escritos por el mismo Murillo Toro y recogidos en diferentes tomos, especialmente a la compilación presentada por Jorge Mario Eastman, bajo el título “Manuel Murillo Toro, Obras Selectas”. Palabras claves: Libertad, educación, expresión, debates. Introducción No cesamos de insistir en la urgencia cultural y nacional de reconocer los valores humanos que pueden orientar nuestro pensamiento y las consecuentes acciones reflexionadas hacia destinos democráticos y libertarios.
Manuel Murillo Toro, como lo hemos expresado en otros escenarios, merece toda nuestra dedicación pues en él reconocemos a la figura colombiana de talante universal y de origen tolimense. En esta ocasión destacamos su compromiso con la educación como condición de la construcción de la democracia y de los ejercicios de la libertad política. La vida política de Manuel Murillo Toro comenzó a partir del reconocimiento que hicieran sus jefes y profesores, los doctores Vicente Azuero, Lino de Pombo y Soto, sobre la calidad de su letra y la solidez de sus argumentos en diferentes situaciones políticas y administrativas en las que le tocó desempeñarse. Fue reconocido y apreciado por el General Francisco de Paula Santander, bajo cuya dirección trabajó por poco tiempo. Desde sus escritos en periódicos como “El latigazo”, “La Bandera Nacional” y “El Correo”, se perfiló, joven aún, como un educador político. Se comprometió, desde los discursos y las acciones con la tolerancia política y religiosa. Por ello uno de los lemas de sus ejercicios en el poder fue: “Estado libre, creencias libres y el culto libre”. Fue crítico acérrimo de la intolerancia religiosa, como queda plasmado en su escrito “La Pastoral del Obispo de Santa Marta contra la tolerancia religiosa” publicado en “La Gaceta Mercantil” Número 55 del Año I, el 25 de octubre de 1848, en la página 1.
Más adelante volveremos sobre este tema.
Los estudiosos de la figura del doctor Murillo Toro, reconocen sus dotes de político poseedor de un espíritu reflexivo siempre cultivado a través de los debates y las disertaciones. Muchos coinciden en señalar en él, al Maestro de la austeridad republicana. Hombre celoso de las libertades públicas, frecuentemente hace referencias al cultivo y respeto de las libertades individuales y, en consecuencia, se constituye en orientador y defensor de la soberanía individual. Convencido de que la humanidad se realizaba en el trabajo, los lenguajes, las reflexiones, proponía alcanzar la paz social a través de los diálogos. No nos detendremos, en esta ocasión, en los aportes de Murillo Toro a la consolidación de la prensa en Colombia, pues es tema de otra ponencia recientemente expuesta en esta misma Universidad de Ibagué. Sin embargo, como educación, opinión pública y libertad son categorías que se interesan unas a otras, es difícil separar la consolidación de la empresa educadora y de la empresa periodística. Y éstas están asociadas a la construcción y conquista de las libertades individuales y colectivas. Debo advertir que la escritura que presento en esta ocasión consulta las normas gramaticales y ortográficas de la actualidad, pues muchos de los textos consultados, particularmente los recogidos por Jorge Mario Eastman en Manuel Murillo Toro, Obras Selectas hicieron esta conversión omitiendo los usos gramaticales y ortográficos del Siglo XIX, cuando Murillo los escribía. Militancia política Siempre se destacó en el campo de la política liberal. Fue considerado “gólgota”, grupo compuesto por quienes confrontaban a los liberales “draconianos”. Los primeros se oponían a la pena de muerte, pues predicaban el respeto por la vida por encima de todo. Los gólgotas, considerados “liberales modernos o avanzados”, eran librecambistas de la época defendían que la reducción de los delincuentes se hiciera por la vía de la re-educación en detención preventiva. Los draconianos, en cambio, impulsaban la idea de la pena capital como forma de garantizar a los ciudadanos la defensa frente a quienes cometían crímenes. Son los defensores, en economía, del proteccionismo a favor de la industria nacional y del comercio exterior.
Perteneció también a los reconocidos “radicales”, los jóvenes liberales de mediados del Siglo XIX, entre quienes se cuentan: Santiago Pérez, Florentino González, los hermanos José María y Miguel Samper, Felipe Pérez y Salvador Camacho Roldan. Ellos elaboraron el ideario de la “Reforma radical” que, entre otros temas se ocupó del problema de la educación gratuita que debería estar bajo la dirección y responsabilidad del Estado y de las familias. Criticaron el ejercicio de la iglesia católica como monopolizadora de los procesos educativos.

Los aportes de Murillo Toro a la industria y a las comunicaciones marcaron derroteros de importante desarrollo para la joven nación colombiana. Fortaleció las vías de comunicación de toda índole que hasta entonces se conocían: carreteras, navegación, ferrovías, mapas, correos y prensa se constituyeron en motivo de sus preocupaciones y objetos de sus intervenciones públicas administrativas.

Sus posturas frente a temas educativos
Para compartir con ustedes, comentaremos algunos de los temas por él tratados y fragmentos de textos de la Obra del Insigne Hombre de las Libertades Políticas. En el segundo número de “La Gaceta Mercantil” escribía sobre su percepción así: “la educación de la juventud se encuentra en un estado deplorable”[2]. Preocupado siempre por estas situaciones, proponía cultivar la libertad de empresa, la de comercio, la de cultos. Advertía que los ciudadanos debemos tomar parte activa en la discusión de todos los asuntos del interés general y que el trabajo productivo debe ligarse al patriotismo. En tal sentido recomendaba que los gobiernos deben instruir a los pueblos en el conocimiento de sus intereses que deberían coincidir con los intereses de la sociedad en general, debería fortificar a los seres humanos en los sentimientos de la solidaridad familiar y comunitaria y estimularlos a la preparación para el trabajo organizado y productivo así como también debe contribuir a crear condiciones para la realización de esa productividad. Indicaba que los gobiernos deberían preocuparse por hacer sus administraciones de manera ilustrada y proba, pues sus dignatarios han de ser modelos, ciudadanos ejemplares para la formación política de los asociados en un Estado. Por ello advertía: “Es un anacronismo grosero querer formar la moral y las costumbres de un pueblo democrático que aspira a ponerse a la altura de la civilización europea bajo institutos educativos cuyo régimen se trazó en los siglos de servilismo y de ignorancia y que pretenden aún encausar la razón humana”[3]. En tal sentido, en toda su obra y en sus gestiones administrativas de los bienes públicos, se expresa su vocación modernizante y democrática.

Murillo Toro fue amigo del presidente norteamericano Abraham Lincoln y conocedor de los planteamientos libertarios de la escritora abolicionista estadounidense, Harriet Beecher Stowe quien en su Obra “La Cabaña del Tio Tom” denunció los atropellos contra los esclavos negros y abanderó las luchas por sus libertades. Con estos norteamericanos compartió los interese políticos por la liberación de los esclavos en América y, particularmente en Colombia, comprometido con las reformas anticoloniales, participó en la lucha abolicionista de la esclavitud y la supresión del cadalso o de la pena capital.

En consecuencia con sus convicciones frente a las necesidades educativas y a las libertades políticas, fue partícipe del grupo que impulsó el Proyecto de la reforma educativa de la fracción del radicalismo liberal que logra su concreción en la Constitución Federal de Rionegro en 1863. Esta reforma adquiere un especial significado en la historia de la educación pública en Colombia, pues declara que el Estado tiene obligación de ofrecer educación pública y gratuita a los pobladores, según el Decreto Orgánico del 10 de noviembre de 1870. Esas reformas generaron grupos de opinión francamente opuestos entre los que se destacaron “los instruccionistas” y “los ignorantistas”.
Los instruccionistas, calificados como masones, fueron partidarios de la educación laica, de proclamar la tolerancia religiosa y, sobre todo, propugnaron por la separación entre el Estado y la Iglesia en relación con los asuntos públicos; ellos son los responsables de la convocatoria a la Misión Alemana que trajo propuestas relacionadas con las necesidades educativas y las posibilidades metodológicas de generar procesos de formación de maestros y de ciudadanos capaces de aportar, a partir de los asuntos educativos, importantes reflexiones necesarias en la construcción de la Nación. Por ejemplo, proponían divulgar el conocimiento partiendo de ejercicios supervisados de enseñanza mediante los cuales, los estudiantes pudieran reproducir con los matriculados más jóvenes. La educación propuesta por los radicales favorecía la autoestima, particularmente construida a partir del reconocimiento del valor del trabajo, de la representación social que a través del mismo, pudieran tener los ciudadanos y, también destacaba el desarrollo a partir del uso de la palabra escrita.

Los “ignorantistas”, procedentes de la Iglesia Católica, se oponían a los planteamientos de los instruccionistas, defendían los sistemas políticos de las colonias que promovían la obediencia ciega y el reconocimiento de que toda autoridad viene de Dios y es delegada a los hombres por voluntad divina. Estos ignorantistas eran dirigidos por Miguel Antonio Caro, desde el periódico “El Tradicionalista”, eran enemigos de la reforma, por considerar que la gratuidad y la obligatoriedad de la educación elemental se constituían en intromisiones del Estado en las decisiones de los individuos.

Murillo Toro siempre estuvo convencido de que la enseñanza ilustrada que consultara los progresos de la humanidad y que promoviera la libertad de industria, asociada ese tipo de enseñanza a la instrucción pública obligatoria y gratuita, se constituirían en palancas capaces de impulsar desde la libertad individual al progreso de la Nación.

Oscar Torres, profesor de la Universidad Libre de Colombia (Barranquilla), al escribir sobre “La actividad periodística de Manuel Murillo Toro en la Gaceta Mercantil de Santa Martha”, señala: “La reflexión y el análisis los centra en tres aspectos claves: 1. El estado de desarrollo material, moral y educativo del país. 2. La inmigración de extranjeros y la distribución de la población y 3. Los capitales y el crédito.[4]

Son muchos los temas políticos y económicos tratados por Murillo Toro desde su relación con la educación. Por ejemplo, se preocupa por los hombres en sus relaciones con las épocas. Así, el 13 de septiembre de 1848, al defender la candidatura de José Hilario López, advertía:

“Un hombre de luces es, pues, una necesidad de la época para el ejercicio del poder supremo; un hombre mediano o una de esas ilustraciones gastadas, sería una calamidad para el país. Hay épocas en la vida de las naciones que exigen capacidades especiales para la dirección de los negocios, y nosotros nos hallamos en una de esas épocas”... “Se notará que hay épocas y circunstancias que piden cualidades especiales en los hombres que han de denominar esas épocas y circunstancias: para cada situación es necesario buscar el hombre apropiado; las dotes que mejor puedan servir para los acontecimientos en los cuales ha de figurar el hombre.”[5]


Permanentemente manifestó su compromiso con la necesidad de crear, proteger, cultivar diferentes corrientes de opinión pública ilustrada. Cuando presentó su “Informe del Secretario de Hacienda -1851” señaló: “Los hombres que sirven a las democracias tienen la necesidad de cultivar con frecuencia la opinión pública para seguir adelante; deben volver constantemente la vista para ver si los sigue la confianza de sus compatriotas y si cuentan con la fuerza moral indispensable para hacer fructuosos sus trabajos”.

Partidario del libre examen de todos los asuntos públicos advertía que “no es lo mismo gobernar que subyugar por medio de la intriga”[6], posición en la que se advierte coincidencia con los planteamientos de Juan Jacobo Rousseau cuando, en “El contrato social” señala que “Siempre habrá una diferencia no pequeña entre sujetar una muchedumbre y gobernar una sociedad”[7]. Para poder gobernar sin subyugar, es preciso que el gobierno se realice sobre una sociedad que, por su ilustración, por su capacidad de decisión frente a los asuntos políticos, puede ejercer la capacidad del sufragio, puede disfrutar de la libertad de información y de expresión, puede entender los ejercicios de la libertad política asociados a la crítica, al libre examen de los asuntos, al debate informado e ilustrado sobre las cuestiones que le competen.

En sus escritos recordaba reiteradamente que “no se puede dejar pasar nada inadvertido” (23-08-1848: La Protesta de Flores; 25-10-1848: “La Pastoral del Obispo de Santa Martha contra la tolerancia religiosa”; 5-11-1852: “A mis compatriotas”; 21-3.1867: “Denuncia de un atentado ante la Cámara”). Por ello, cuando tenía cada ocasión, escribía analizando diferentes hechos del acontecer político, incluso admitiendo las críticas en su contra, como sucedió cuando siendo Presidente de la República, leyó en “El Independiente” severas críticas de parte del editorialista contra sus actos de gobierno y, de inmediato compró la suscripción al periódico mientras escribía una carta al director del medio animándolo a mantener la actitud crítica frente a la gestión y la conducta y la de todo funcionario público. Manuel Murillo Toro pensaba que sin prensa capaz de hacer críticas al gobierno no se podría hacer gestión administrativa adecuada y, afirmaba en aquella ocasión que los periódicos que mejor le sirven al gobernante son aquellos que examinan cada gestión y publican sus críticas sin miramientos. Reconocía el papel de la oposición al gobierno, - institución de origen anglosajón -, como elemento que se requiere para la construcción de la República Democrática, pues asumía que esta oposición era realmente la que podía poner límites a los posibles abusos ejercicios de poder, por parte de los gobernantes. Por tanto también reconocía la urgencia de que a las mayorías les llegara la información necesaria, como derecho de los ciudadanos para poder ejercer, si es de su interés, los procesos de control del Estado.

Por esto también orientaba que “Los hombres que le sirven a la democracia tienen necesidad de consultar con frecuencia la opinión pública para seguir adelante; deben volver con frecuencia la vista para ver si los sigue la confianza de los compatriotas y si cuentan con la fuerza moral indispensable para hacer fructuosos sus trabajos[8]. Denunciaba que “los gobiernos que han existido, no han podido hacer la dicha de los pueblos sino encadenarlos y someterlos a la violencia y al capricho, porque el Poder Ejecutivo ha sido el único poder social; la soberanía popular se ha desconocido del todo, o se le ha sostenido solo por engañar al pueblo. Cuando propone la reflexión sobre el modelo federalista norteamericano, advierte que: “Tan censurable sería copiar por servilidad (sic) o empirismo, como lanzarnos en el campo ilimitado de las teorías en pos de nuevas soluciones para un problema ya resuelto: la presunción pudiera ser en este caso tan funesta como la ignorancia.”[9]
Las lecturas que se pueden hacer de los escritos de Murillo, son de vigencia sorprendente. Él, desde el siglo XIX, nos muestra los peligros del sometimiento silencioso ante los poderes imperiales que sean producto de la ignorancia. Desde entonces indica lo censurable que es el servilismo por ignorancia. También reitera constantemente los deberes de los ciudadanos de estudiar las situaciones para comprender los destinos de las repúblicas.

La tolerancia religiosa: Fue defensor de la idea de que en el Estado no debía proclamarse una religión oficial y, en consecuencia, el Estado no debería inmiscuirse en las creencias y cultos de los ciudadanos, mientras ellas no amenazaran el orden y la paz. En este sentido defendía la tesis de que los ciudadanos podrían contraer vínculos matrimoniales y disolverlos teniendo libertad para hacerlo de acuerdo con sus creencias.

En 1848 escribió un texto publicado en “La Gaceta Mercantil”, bajo el título “La Protesta de Flores” en el que analiza la comunicación “Protesta” escrita por el General Flores. Entre los análisis a la reclamación de Flores y sus afirmaciones acerca de la justificada expulsión que recaía sobre tal General, encontramos también expresiones relacionadas con las libertades como las que siguen: “... por la necesidad de fundar la libertad sobre la base del orden y de la moral, sin la cual no puede haber adelantamiento ni dicha;...” Más adelante señala: “ahora que el fanatismo religioso parece centrarse hacia las provincias del Sur creando desafectos al sistema democrático.”[10]

Uno de los documentos en donde más claramente se registra su posición frente a la tolerancia religiosa es el escrito en el que analiza “La Pastoral del Obispo de Santa Marta contra la tolerancia religiosa”. Parte, para tal análisis, del texto de A. Browspm, relacionado con el Discurso religioso sobre las necesidades de la época” y Murillo escribe:
“El virtuoso `Prelado de la Iglesia ha tenido la deplorable inspiración de dar a luz una pastoral que ha dirigido a los párrocos y fieles, combatiendo la doctrina y la práctica de la tolerancia religiosa, y es nuestro deber no dejar pasar en silencio un documento que por la responsabilidad de la persona de que emana merece bien ser comentado...
Es extemporánea la publicación por cuanto existen ya leyes que han consagrado de un modo solemne el fecundo principio de la tolerancia religiosa; y cuando ya ellas se han mandado a cumplir y obligan a todos los miembros de la comunidad granadina, inclusive a los Obispos, hay sobra de irregularidad en que un Prelado levante su voz para minar la obediencia debida a la ley, presentándola a sus fieles como obra de los enemigos de la Iglesia Católica, como contraria a sus creencias y funesta para su culto. Mientras la cuestión de la tolerancia religiosa no había salido de la esfera de la especulación, permitido era sostener la tesis que se quisiera; mas después que la ley ha hablado, después que el legislador se ha pronunciado y la teoría de la tolerancia ha venido a ser un ordenamiento explícito y solemne ya no es dado a los funcionarios o autoridades del País, sea cual fuere su rango o condición, contestar la conveniencia y oportunidad. Su deber entonces es prestar apoyo a la ley y facilitar su cumplimiento, y tanto más perentorio en los prelados eclesiásticos cuanto que puede considerárseles como dispensadores de la sanción religiosa, el más poderoso elemento de obediencia en un pueblo católico como el nuestro”[11].

Advertía, en el mismo texto, sobre la necesidad de garantizar a los ciudadanos extranjeros que vengan a nuestro País, que puedan ejercer el culto público de la religión que profesan... y asegurarles los derechos más preciosos al hombre, cuales son su libertad de pensamiento y de culto... Advertía que:

“no hay que temer absolutamente a que tales amonestaciones (las del Prelado en contra de la tolerancia religiosa) produzcan efecto alguno si no es en algunas pobres mujeres supersticiosas; mas el precedente, el hecho de que un Obispo ponga su voz en pugna con la de la ley, en un país amenazado constantemente de resistencias supersticiosas, no puede pasar sin la correspondiente protesta... La cuestión de la libertad religiosa es una cuestión fallada ya definitivamente delante del tribunal de la razón, de la filosofía y de la religión misma.; porque la emancipación del pensamiento es una de las más preciosas conquistas de la democracia.”[12]

La argumentación con la que Murillo Toro sustentaba la libertad de cultos es sólida y variada. Va desde el respeto por las libertades individuales, el reconocimiento a la pluralidad y a la diversidad cultural hasta el reconocimiento de las épocas en las que habitan los hombres, de algunas promesas de las mismas religiones y de las historias de los grupos culturales. Anota que pretender unificar a los hombres en el culto religioso “es retrotraer el mundo a épocas de ingrato recuerdo, es desconfiar de la promesa de Dios mismo que dijo que las puertas del infierno no prevalecerían contra las del cielo”. Otra vez recalca la importancia de la libre discusión... “pues sin la libertad de pensar y de decidir sobre los principios de las creencias individuales, no habrá posibilidad de depurar la religión y el pensamiento no podría elevarse con fe a la contemplación fervorosa del Creador”[13]. Una de las preguntas que hace Murillo Toro al Prelado y la respuesta que le propone en el mismo texto, es altamente representativa de sus posturas frente a las libertades y al papel del ejemplo personal como formador del carácter de los educandos:
“¿Sabéis, Señor Obispo, por qué muchas personas no concurren a los templos a oír la palabra divina, asistir a las ceremonias del culto, y a esas procesiones un tanto grotescas con que todavía quiere identificarse la creencia? Es porque de ordinario ni la conducta del sacerdotes inspira veneración, ni su voz instruye ni consuela y porque esa manera de rendir culto a Dios desarmoniza evidentemente con el estado de la razón pública. Poned el clero y las prácticas de la Iglesia al nivel de las necesidades y tendencias de la época, y no temáis por el cristianismo raíz de la democracia, que conformándose en su doctrina con las leyes de la más elevada razón, debe necesariamente florecer con los progresos de las ciencias y con la perfección de las facultades más capaces de comprenderla, consecuencia precisa de la libre investigación y de la competencia que estable la libertad de cultos”[14]

Hace alusión a los derechos individuales y, particularmente a la libertad de cultos en 1855, cuando al analizar sobre el derecho al Sufragio Universal planteaba que al proclamar la República como ley o como régimen en el que aspiramos a vivir los ciudadanos, proclamamos también el principio de la libertad y de la autocracia individual. En esto también coincide con los planteamientos de J. J. Rousseau, en relación con las responsabilidades políticas y las renuncias instintivas que debe asumir cada ciudadano y con el respeto que las instituciones han de garantizar por los derechos individuales. Por ello proclamaba el derecho de cada persona a ser regulador exclusivo de sus acciones, su propio legislador, su soberano. Confiando en que el Estado, la familia y la sociedad serían garantes de la formación responsable de los individuos, proponía que el mejor juez de los intereses es el mismo individuo. Por ello, advertía, debemos comenzar por estatuir lo que constituye esa democracia individual, es decir, los derechos del individuo o sea el uso de las facultades inmanentes y consiguientes a las necesidades que el Creador le impuso; estos son los derechos y las libertades, de industria de pensamiento, de comunicación, de locomoción, de creencia y de culto, de enseñanza y de asociación, etc., los cuales deben ser del dominio exclusivo y absoluto del individuo como ser moral, libre e independiente. Advertía que dado que el hombre no vive solo y aislado, debe entender y asumir que los intereses pueden ser comunes a muchos individuos.[15]

Es de anotar que, cuando siendo presidente de la República, asumió las responsabilidades que se derivan de la repatriación de los Jesuitas expulsados, lo hizo con tal dignidad y respeto por los sacerdotes que ellos, en repetidas ocasiones le escribieron notas de agradecimiento que también expresaban en público. Esto nos demuestra el carácter abierto, liberal, respetuoso del Mandatario.

El 13 de septiembre de 1848, cuando defendía la candidatura del General José Hilario López, denunciaba que “El General Mosquera que había parecido por un momento dispuesto a obrar con la mayoría nacional, no sufrió la prueba de la contradicción y de la época eleccionaria y desde los primeros días del Congreso de este año hizo concebir serios temores a los hombres que son bastante ilustrados para comprender que las faltas de los gobernantes son las que hacen las revoluciones. Su conducta de marzo acá; su abierta injerencia en las elecciones; la parcialidad de sus nombramientos, su poco respeto hacia el Congreso, y sus intentos contra la prensa, su profundo desprecio por la opinión pública, (negrilla nuestra)... han puesto al país en un estado de zozobra y de inquietud...”[16]

Conclusiones: Es importante reconocer la historia para comprender nuestro pasado, construir nuestro presente y diseñar nuestro futuro. La Historia de nuestra región muestra importantes personajes y grandiosos aportes a la consolidación de las libertades en nuestra República y a la consolidación de valores artísticos y empresariales. Los reconocimientos a la Obra y a la Figura de Manuel Murillo Toro nunca han de ser suficientes dada la importancia de sus realizaciones para la formación de los ciudadanos. Siempre valoró las realizaciones humanísticas por encima de las apropiaciones individuales de los bienes, pues concebía el bienestar como fruto de las armoniosas relaciones entre los ciudadanos.
Manuel Murillo Toro no le confió al uso de la fuerza los logros de las razones. Por eso señalaba que estaba “convencido hasta la médula de los huesos de la impotencia de la fuerza para fundar nada que sea del dominio de la ciencia”

Bibliografía y Cibergrafía

FUENTES, Milton. (1961) Historia del Partido Liberal Colombiano. Editorial Praga. Bogotá

MURILLO TORO, MANUEL. Obras Selectas. Compilación y Presentación de Jorge Mario Eastman. Colección Pensadores Políticos Colombianos. Bogotá D. E., Cámara de Representantes, 1979.

NIETO Caballero, Luis Eduardo (1916) Murillo, Escritor. Casa Editorial de Arboleda & Valencia. Bogotá.

TORRES López, Oscar. “La actividad periodística de Manuel Murillo Toro en la Gaceta Mercantil de Santa Martha”. Universidad Libre de Colombia, Seccional Barranquilla. Grupo de Investigación Ciudad, Educación y Cultura. EN: http://www.unisimonbolivar.edu.co/revistas/aplicaciones/doc/217.pdf. Consultado el 13 de octubre de 2006
[1] NIETO Caballero, Luis Eduardo (1916) Murillo, Escritor. Casa Editorial de Arboleda & Valencia. Bogotá. Pág. 9

[2] MURILLO Toro, Manuel. La Gaceta Mercantil. No. 2. Santa Martha. 2 de octubre de 1847.

[3] MURILLO Toro, Manuel citado por TORRES López, Oscar. “La actividad periodística de Manuel Murillo Toro en la Gaceta Mercantil de Santa Martha. Universidad Libre de Colombia, Seccional Barranquilla. Grupo de Investigación Ciudad, Educación y Cultura. EN: http://www.unisimonbolivar.edu.co/revistas/aplicaciones/doc/217.pdf. Consultado el 13 de octubre de 2006
[4] IBID.

[5] MURILLO Toro, Manuel. “Nuestras opiniones sobre el Candidato a la Presidencia. Qué debe entenderse por capacidad. Quien puede decidir que la tiene o no” EN: Obras selectas. Compilación y Presentación de Jorge Mario Eastman. Colección Pensadores Políticos Colombianos. Cámara de Representantes. Bogotá D.E. Imprenta Nacional. 1979. Págs. 45-46
[6] MURILLO Toro, Manuel (1848) “Nuestras opiniones sobre el candidato a la Presidencia. Qué debe entenderse por capacidad. Quién puede decidir que la tiene o no” EN: Obras Selectas, antes citadas. Pág. 48.

[7] ROUSSEAU, Juan Jacobo. (1761) El contrato social. Editorial Cometa de papel. 1996. Pág. 14

[8] MURILLO Toro, Manuel (1851). “Informe del Secretario de Hacienda”. En: Obras Selectas. Pág. 192

[9] MURILLO Toro. (1848). “La Reforma Constitucional” EN: Obras Selectas, Pág. 57
[10] MURILLO, (1948) “La Protesta de Flores” En: Obras Selectas. Págs. 41 y 42
[11] MURILLO, (1848). “La Pastoral del Obispo de Santa Marta contra la tolerancia religiosa” publicado en “La Gaceta Mercantil” Año I No. 55, Santa Marta, Octubre 25 de 1848, Pág.1, EN Obras Selectas, Págs.51 - 52

[12] IBID. Pág. 53

[13] IBID. Pág. 53

[14] IBID, Pág. 54

[15] MURILLO, (1855) “El Sufragio Universal” Op. cit. Pág. 90

[16] MURILLO (1848) “Nuestras opiniones... Op. cit. Pág 45

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